
Es solo cuestión de
perspectiva… ¿cuántas veces nos ha servido para disculpar un error? Nuestros anhelos
y deseos tantas veces nos juegan una mala pasada… cuando conocí a José, pensé
dentro de mí, debe haber tenido una experiencia de vida muy amarga, debe tener
el menos unos 80 años. Verlo ahí demacrado, postrado en esa cama, sosteniendo
la máscara de oxigeno con su mano, con esos ojos desesperados, reflejo de un
alma sin paz… allí cuando tomaba un poco de aliento alejaba el respirador para
poder susurrar algunas palabras… nunca pensé conocer a alguien en esa
condición. Pero hasta allí solo había visto las apariencias… José no tenía
tantos años como pensé, no llegaba a los
sesenta, yacía allí preso de un cáncer de pulmón, pagando por una vida
licenciosa en la cual todos sus actos habían sido justificados, para él, por
una cuestión de perspectiva… Su perspectiva. A la siguiente vez que lo visite estaba
en un sofá, sentado viendo por un ventana, en su mano izquierda sostenía un
inhalador (PAF), y en la otra sostenía un cigarro… ¡no lo podía creer! Un disparo
del inhalador y una pitada… así era como lo hacía… “es solo una cuestión de
perspectiva”.
¿Es tan solo una cuestión de perspectiva? Un pequeño error,
dejar pasar una falta, rebajar los principios en pro de darnos un gusto… Cada cosa
que vamos dejando pasar hace que cada vez veamos menos los errores tal como son.
Como las pequeñas distracciones en la ortografía van volviéndose cada vez más
comunes, más imperceptibles a nuestra vista, hasta que terminan por
transformarse en horrores de ortografía y aún así no nos importa. Cada “despiste”
no hace más que volver inevitable dar otro paso más.

Cada error disculpado es un escalón que se desciende. Cada paso
dado solo precipita el siguiente con mayor temeridad, cada puerta atravesada ya
no se cierra, hasta que lo que una vez nos pareció un error, ahora ya no es
nada. La senda que nos conduce hacia
abajo es rápida, cada paso acelera el siguiente hasta que se hace imposible
parar. Me recuerda una tarde, un sábado de verano, con un grupo de amigo
salimos a caminar, recorriendo la falda de una montaña en Ushuaia comenzamos a
subir montaña arriba, terminamos en la cumbre de una baja montaña. Nos llevó
cuatro horas el ascenso, pero solo una hora y media el descenso! Cuando
comenzamos a bajar nuestros pasos se aceleraban de una manera incontrolable,
por partes bajamos corriendo sin poder detenernos, hasta llegar a un parte más
llana. Y allí nos proponíamos a dejar de correr cuesta abajo, pero era tan solo
dar unos pasos y ya no podíamos parar…
Nada en esta vida deja de tener efectos. Cada paso dado es
sentido equivocado nos hace más propensos a disculparlos y nos encamina a dar
el siguiente de una manera más temeraria.
Nada disculpa un paso mal dado. Es mejor detenerse cuanto
antes. De otra manera nos encontraremos yendo en rápido descenso y sin poder
detenernos… aún así hay esperanza. Mirar al Maestro.
"aún así hay esperanza. Mirar al Maestro"
ResponderEliminargenial :)