Antes cuando alguien daba su palabra ya se daba por hecho el
trato. Nadie faltaba a su palabra. Cuando eso ya no valió tanto, se puso hincapié
en la firma, después que ya no era tan confiable la sola firma se empezó a
pedir garantías, luego garantes. Alguien que dé la cara por mí si yo tropiezo
por el camino. En la vida espiritual otro no puede darte de su vida espiritual
para que sigas adelante.
Las reacciones de la gente ante Cristo son diferentes. Cada
una de las experiencias que vivimos son nuestras y solo nuestras, no podemos
vivir de la experiencia de otro. No se puede transmitir la vida espiritual de
uno a otro, no hay tal cosa, cada uno debe vivir de una manera que tenga su
propia experiencia espiritual.
La biblia nos cuenta la historia de Job, que él tenía siete
hijos y tres hijas, y como él era muy rico, los hijos pasaban de fiesta en
fiesta, un día a cada uno le tocaba organizarla. Job cada día se levantaba y
pedía perdón por sus hijos por las dudas de que hubieran pecado. Todos sus
hijos murieron en una de las fiestas, murieron en su pecado. (Job 1).
La impecable experiencia del padre no les sirvió.
Jesús enseña este mismo principio, una de ellas es la parábola
de las 10 vírgenes. (Mateo 25: 1-13.).
A veces nos cuesta un poco aprender. A Pedro todavía no le
caía la ficha, después de haber pasado incluso tres años y medio con Cristo,
viendo como lo imposible se hacía posible delante de sus ojos. Pero no había
entendido nada. Pedro lo negó tres veces y por cada caída Jesús le ofreció su
gracia y con ella la responsabilidad de cuidar sus corderos. (Juan 21:15-19).
Apenas terminaban de hablar cuando Pedro ya estaba
preocupado pensando que sería de la suerte de su compañero Juan, y Jesús le
contesta “Pedro!!! ¿Qué a ti? Sígueme tú.” Juan 21:20-21.

Primero seguí al Maestro y después vas a cuidar sus
corderos.
La vida espiritual no es como la simbiosis que hacen los
parásitos, no nos podemos agarrar de otro para vivir de él. No se puede vivir
de la vida de otro. Tenés que vivir tu propia experiencia con el Maestro.
“¿Que a ti? Sígueme tú”
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